sábado, 3 de noviembre de 2012

El odio ‘popular’ a los sindicatos de clase viene de lejos

El Gobierno continúa desmontando sin tregua el Estado del Bienestar. Sus voceros han filtrado a la opinión pública la noticia de que va a endurecerse el acceso a las jubilaciones, fijándolas por encima del retraso de 65 a 67 años, anunciado en su momento por Zapatero.

En aquella ocasión, el entonces jefe de la oposición, Rajoy, criticó esta decisión gubernamental. Pero es conocida la frivolidad del presidente, que tiende sistemáticamente a decir una cosa y hacer la contraria. Las pensiones, mientras tanto, pueden ser recortadas en cualquier momento, según todos los indicios.

Ese centrista de apariencia

UGT, por su parte, ha denunciado que el ministro de Justicia, Gallardón -ese centrista de apariencia-, pretende apretar las tuercas para amenazar y amedrentar a los sindicatos. La huelga general del 14 de noviembre inquieta a Rajoy, que será de nuevo objeto del malestar social que indigna a la ciudadanía. Gallardón procurará, al parecer, convertir la jornada huelguista en un asunto de orden público.

Margaret Thatcher

El Gobierno de la derecha es enemigo acérrimo de los sindicatos de clase. Rajoy y sus mosqueteros mediáticos, que son numerosos y pendencieros, hace tiempo que montaron una campaña de desprestigio dirigida contra UGT y a CCOO, sobre todo. El neoliberalismo de Margaret Thatcher ha sido seguido con devoción por los conservadores españoles. El odio a los sindicalistas viene de lejos. Durante los cuarenta años de dictadura, el general Franco persiguió a los sindicatos y puso en marcha una pantomima sindicalista de corte vertical y falangista.

Legítimos derechos

¿Y por qué esa obsesión popular de liquidar o debilitar al máximo a los sindicatos de clase? Porque el capitalismo sin rostro humano rechaza que los trabajadores, los empleados y los parados sean protegidos -como es debido- por los sindicatos en sus legítimos derechos.

Ese estado maldito

Los sindicatos forman parte obviamente del Estado del Bienestar. Ese Estado maldito que los poderosos, los ricos y, en general, los neoliberales desearían dinamitar cuanto antes, mejor. Rajoy, también, aunque en público lo niegue.


por: Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM


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